La economía feminista es una corriente de pensamiento y un enfoque dentro de las ciencias económicas que pone de manifiesto la importancia de incorporar la perspectiva de género en el análisis económico.
Surgida en el contexto del movimiento feminista y de las críticas al androcentrismo prevalente en las ciencias sociales, este enfoque destaca cómo las relaciones de poder y las desigualdades de género pueden influir y ser influenciadas por los procesos económicos.
Uno de los conceptos fundamentales de la economía feminista es la visibilización y valoración del trabajo no remunerado, realizado mayoritariamente por mujeres, como base del funcionamiento de las economías.
Este trabajo incluye actividades como el cuidado de personas mayores, el cuidado de niños, y las labores domésticas, que son esenciales para la reproducción social y, sin embargo, a menudo no se contabilizan en las estadísticas económicas tradicionales.
Al incorporar el análisis de este trabajo no remunerado, la economía feminista cuestiona las bases sobre las cuales se construyen indicadores económicos como el Producto Interno Bruto (PIB)
y promueve la creación de nuevas métricas que reflejen de manera más precisa las contribuciones de todas las personas a la economía.
Otro aspecto relevante de la economía feminista es su crítica a la segregación ocupacional y a la brecha salarial de género.
La economía feminista no solo denuncia las menores oportunidades laborales y los menores ingresos que suelen tener las mujeres en comparación con los hombres, sino que también busca entender las causas estructurales detrás de estas desigualdades.
Además, aboga por la implementación de políticas públicas orientadas a la igualdad de género, tales como políticas de conciliación de la vida laboral y familiar,
así como medidas específicas para combatir la violencia de género y garantizar la representación paritaria en los ámbitos de toma de decisiones económicas.
En definitiva, la economía feminista aspira a construir una sociedad más justa e igualitaria, donde todas las personas, sin distinción de género, puedan participar y beneficiarse equitativamente de los procesos económicos.
Al proponer un análisis más inclusivo y crítico, la economía feminista contribuye a enriquecer nuestro entendimiento sobre cómo el género moldea y es moldeado por la economía,
ofreciendo así valiosas herramientas para transformar las estructuras existentes y promover el bienestar de toda la sociedad.
Ещё видео!