MILLONARIO HUMILLÓ CRUELMENTE A LA LIMPIADORA... UN MINUTO DESPUÉS, CAYÓ DE RODILLAS...
Roberto Salazar entró a su oficina como lo hacía todos los días: con un aire de superioridad que era imposible ignorar. Los empleados, acostumbrados a su presencia imponente, inclinaban la cabeza cuando lo veían pasar, más por miedo que por respeto. Para Roberto, era natural que todos lo admiraran o, mejor dicho, lo temieran. Era un hombre que había levantado un imperio desde cero, y creía firmemente que eso le daba el derecho de tratar a los demás como seres inferiores.
"¡María!" gritó, su voz resonando por todo el piso. La joven encargada de la limpieza se apresuró a acercarse, con el rostro algo pálido. Había estado limpiando uno de los baños cuando escuchó su nombre, y sabía que la bronca estaba por venir. "Sí, señor, ¿en qué le puedo ayudar?" preguntó con voz tímida. Roberto la miró de arriba abajo con desdén, como si su simple presencia lo incomodara. "¿Qué te hace pensar que puedes andar por aquí con esa cara de... derrota? Pareces una sombra en este lugar. No me sorprende que sigas siendo solo una simple empleada de limpieza. Gente como tú nunca llega a nada."
El silencio en la oficina era palpable. Los otros empleados, aunque acostumbrados a los arrebatos de su jefe, sabían que esta vez se estaba pasando de la raya. Sin embargo, nadie se atrevía a intervenir. Nadie quería ser el siguiente objetivo de la humillación de Roberto.
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