Cuenca es mágica y brillante. Desde que llegue sentí ese ambiente de tranquilidad y seguridad, de una ciudad de buena y cálida gente. Y no me equivoqué, al caminar por sus calles de adoquín, pude recibir el saludo acogedor y amigable de sus habitantes, quienes me direccionaron a los lugares imperdibles para probar buena comida, bailar y descansar. Estaba a punto de vivir una experiencia única e inolvidable!
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