Las áreas naturales protegidas (ANP) son reconocidas como soluciones naturales al cambio climático. Éstas cumplen con la función de mitigar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera y los efectos negativos del cambio climático. Al mismo tiempo, las ANP facilitan la continuidad de procesos ecológicos que llevan a la producción y abastecimiento de servicios ecosistémicos para las poblaciones humanas, disminuyendo así su vulnerabilidad ante impactos negativos, aumentando la resiliencia del ecosistema y facilitando el proceso adaptativo a este fenómeno. Por ello, incrementar la resiliencia de las ANP aporta beneficios no solo ecológicos, sino también sociales y económicos.
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