Respirar superficialmente limita el flujo de oxígeno, no solo para tu cuerpo, sino también para tu espíritu.
Este hábito reduce la energía vital, afecta tu claridad mental y bloquea tu conexión con lo divino.
Una respiración profunda y consciente revitaliza tu ser, equilibra tus emociones y fortalece tu espiritualidad. Detente, respira profundamente y permite que tu espíritu se renueve.
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