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Un concepto clave de la modernidad política es, sin duda, el de la libertad y, más en concreto, el de una libertad individual que ha sido objeto de preocupación, tanto para la filosofía liberal, como para la libertaria. Karl Polanyi, autor de una obra primordial que critica el desarrollo del liberalismo económico en la modernidad, 'La gran transformación'; curiosamente, publicada en el mismo año 1944 que otra obra con conclusiones opuestas, 'Camino de servidumbre', de Hayek. Polanyi consideraba dos lados contradictorios de la libertad en las sociedades complejas; una negativa, que explotaba a los supuestos iguales, buscaba ganancias ilimitadas sin contrapartidas sociales e impedía los beneficios públicos gracias a la innovación tecnológica, y otra positiva concretada en libertades elementales (de conciencia, expresión, asociación, libre elección…), pero consideradas subproducto del mismo sistema económico que producía las libertades perversas.
La concepción del liberalismo clásico sobre la libertad es eminentemente negativa, esto es, el derecho a la no interferencia y a la independencia en lo que atañe al proyecto privado de cada individuo. La distinción entre libertad negativa, ya mencionada, y libertad positiva, el derecho a participar en la gestión de la sociedad, la realizó ya Constant de modo cuestionable en el siglo XIV, aunque la revitalizaría Isaiah Berlin en el siglo XX. Desde este punto de vista negativo, el ser humano sería más libre si disfruta de un espacio en el que no puede ser obstaculizado por otros, en el que puede actuar sin interferencia ni coacción; la opresión estaría definida por el papel que juegan los otros, directa o indirectamente, para frustrar los deseos propios. Pero, si la libertad para los liberales clásicos vendría a estar determinada por dicho espacio de no interferencia, nunca estuvo del todo claro la amplitud del mismo; para estos autores, no podía ser ilimitado, lo cual conduciría al caos social, por lo que los límites debían ser establecidos por la ley. En cualquier caso, parece que la libertad liberal traza una frontera entre la vida privada, donde habría una parte siempre inviolable e independiente del control social, y la autoridad pública. Conviene también matizar, al menos desde la perspectiva de autores como Isaiah Berlin, que desde el enfoque liberal la libertad no estaría vinculada a otros factores como la igualdad, la justicia o la moral; desde este punto de vista, la libertad liberal, insistiremos en que desde cierta perspectiva eminentemente negativa, niega otras concepciones de la misma como serían la “libertad social” o la “libertad económica”.
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