Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que Él le había dicho estas cosas. (Juan 20:16-18)
Jesús abrió los ojos de María con una sola palabra. Tan solo pronunció el nombre de ella (cp. 10:3-4, 27), "¡María!", e instantáneamente desaparecieron todas sus dudas, confusiones y dolor. Al reconocer a Jesús en ese momento, volviéndose ella, le dijo: "¡Raboni!" (que quiere decir, Maestro). Raboni es una forma fortalecida de "Rabí" y se usaba para expresar reverencia suprema y gran honor (cp. Mr. 10:51). Invadida por una mezcla profunda de alegría y alivio, María cayó a sus pies. Como las otras mujeres (Mt. 28:9), se aferró a Jesús y le hizo decirle: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre". Habiéndolo encontrado más allá de sus esperanzas más grandes, no quería perderlo. El asimiento físico de María a Jesús simbolizaba su deseo de asegurar permanentemente Su presencia. Pero Él estaría presente físicamente durante poco tiempo, cuarenta días (Hch. 1:3), después del cual ascendería al Padre. No se sabe cuánto conocimiento tenía ella de lo que Jesús había prometido en el aposento alto. Pero quizás los apóstoles le habían dicho ya que Jesús había afirmado que iba al Padre para enviar al Espíritu Santo (14:16-18; 16:7); de modo que Él no dijo nada al respecto, solo que no podía quedarse y debía ascender.
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