Exquisito Bolero Al Puro Estilo de La Extraordinaria Celeste Mendoza. Abril 6 de 1930 - Noviembre 22 de 1998, La Habana, Cuba
SOY TAN FELIZ - Autor Jose Antonio Mendez
Soy Tan Feliz
Ya No Me Preocupa El Mundo
Por Ser Así, Sé Que Terror Casi Infundo
Quien Puede Negar Que La Vida Es Fantasía
Donde Se Envuelve Vilmente la Hipocresía.
No Me Sorprende Un Desengaño, Lo Espero
Porque He Curado, De Las Heridas Yo Ya No Muero
Viviré Así Hasta Que Llegue La Muerte
Dejaría al destino Señalarme El Camino, Decidir Mi Suerte.
No Me Sorprende Un Desengaño, Lo espero
Porque He Curado, De Las Heridas Yo Ya No Muero
Viviré Así hasta Que Llegue La Muerte
Dejaría al destino Señalarme El Camino, Decidir Mi Suerte.
Pudiera parecer un cliché, pero nacer en el barrio de Los Hoyos tiene sus consecuencias rítmicas. Es imposible crecer en un ambiente de tanto jolgorio, de tanto baile y música desenfrenada y que un poco de todo eso no vaya a la sangre, a los músculos, a la voz. Algo de eso le sucedió a Celeste Mendoza, que nació un 6 de abril de 1930 y hasta los trece años vivió entre congas y tambores. Cuando su familia se traslada a La Habana en 1943, pronto se cuela, a fuerza de ganas y carácter, en el mundo del cabaret.
Los afortunados admiradores de Celeste en los años cincuenta hablan de una mulata de cuerpo escultural que baila la rumba como pocas y que pasó de los clubes playeros de Marianao al mítico Tropicana en breve tiempo. Allí demuestra ser no solo una excelente bailarina sino una cantante que imita tan bien a Josephine Baker y Carmen Miranda que estas, al escuchar a su doble, no se lo pueden creer.
“Fue allí donde se impuso con su manera única de interpretar los ritmos cubanos”, dice el periodista Alfonso Quiñones, “acentuando determinadas vocales, como si transmitiera una furia ancestral, una ira de dioses que la acompañaron hasta su último suspiro.” Buena definición para una mujer que era toda pasión.
Con 21 años ya baila en el cabaret más famoso del mundo, bajo la tutela del legendario Roderico “Rodney”Neyra. Con 21 años se une a Omara Portuondo, Gladys León e Isaura Mendoza para formar un cuarteto en el que, al influjo de Portuondo y León, su voz alcanza algo parecido a la madurez. Sin dudas 1951 es su año de despegue.
“La soledad le daba por ser jodedora, se vestía con elementos de santería nada más que para asustar a los vecinos. En una de las fiestas por el aniversario de los CDR bajó con sus LP, pero el equipo en que estaban poniendo la música era de discos compactos. Ella no entendía por qué no podían poner su música. Mira muchacho, de repente agarró un vaso de cristal y todos los vecinos salieron corriendo a meterse en el edificio porque no sabían por qué le iba a dar. Muchos le tenían miedo.”
Fiel a su estilo, Celeste bailó sola el último baile, un guaguancó silencioso que empezó el 16 de noviembre de 1998. Allí, en su apartamento fue encontrada días después, cuando el olor insoportable de la muerte la delató. En un costado de la cama, estaba una botella de ron vacía. En la casetera auto reversible sonaba, interminablemente su propia música.
Para muchos cubanos es una sombra, un recuerdo de otras épocas que a cada tanto aparece en viejos videos en la televisión, donde se le ve siempre rodeada de tambores. Pero esos erráticos retornos a los medios no son necesarios para notar su presencia. Ella vibra en cada repicar de las tumbadoras, en el golpe monótono de la clave, en los pies revoltosos de los bailadores. Ella es Celeste Mendoza, y el guaguancó es su reino.
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