En 1808, España estaba bajo el reinado de Carlos IV, un período notablemente influenciado por Manuel Godoy, el primer ministro y supuesto amante de la reina. Este gobierno, conocido por su corrupción, había pactado con Napoleón Bonaparte permitir la entrada del ejército francés en territorio español con el pretexto de invadir Portugal, aliado de Inglaterra. Sin embargo, Napoleón tenía en mente no solo la ocupación de Portugal, sino también la de España.

Este acuerdo despertó un profundo malestar entre los españoles, quienes veían cómo su país se sometía a los intereses extranjeros. La percepción de traición y la indignación por el gobierno corrupto alcanzaron su punto culminante cuando se descubrieron las verdaderas intenciones de Napoleón: ocupar militarmente España.

El descontento popular encontró su primer punto de ebullición en el Palacio de Aranjuez, donde se gestó una revuelta contra Godoy, quien simbolizaba la corrupción y la sumisión al invasor. Más tarde, el 2 de mayo de 1808, estalló el levantamiento en Madrid contra las tropas francesas, un evento que desencadenó una reacción en cadena en toda España.

La valentía y el espíritu de resistencia de los madrileños se convirtieron en un emblema para el resto del país. Esta revuelta en Madrid fue el punto de partida de una serie de levantamientos en diferentes regiones españolas, dando origen a la Guerra de Independencia Española.

Los españoles, hartos de la corrupción, la sumisión a intereses extranjeros y la pérdida de su soberanía, se unieron en una lucha tenaz contra las fuerzas francesas. Este conflicto, que se prolongaría durante años, se transformó en un símbolo de la resistencia española contra la ocupación napoleónica y su búsqueda de autonomía e independencia.
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