15 de junio de 2003.
Balaídos se vestía de gala para lo que prometía ser una tarde para el recuerdo. Otra más. Pero esta vez, no se podía escapar...
El sueño de una clasificación para la Champions fue recurrente durante la larga etapa de Víctor Fernández, quien pese a practicar uno de los mejores juegos futbolísticos del planeta, no logró jamas la hazaña de este equipo entrenado por Lotina. De recursos más escasos pero mucho más eficientes, este Celta de nuevo comandado por el Zar Mostovoi, sabía administrar las ventajas de marcador mejor que ningún otro equipo que se haya vestido de celeste. Y así fue, que se logró.
Al otro lado, el de la derrota, ese que casi siempre nos ha tocado saborear, la Real de De Pedro, Kovacevic y Nihat, una oda al buen fútbol que se quedó aquella jornada sin un premio aún más grande: el del título de Liga, a la postre regalado al Real Madrid. Tristeza que no fue óbice para que, al término del encuentro en Balaídos, ambas aficiones siempre hermanadas se juntasen en Plaza América para festejar, unos con más lágrimas que otros, una temporada para enmarcar.
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