EL HOMBRE: LUGAR DE MORADA DE DIOS
Por Aiden Wilson Tozer
CAPÍTULO 1: EL HOMBRE - EL LUGAR DE MORADA DE DIOS
En lo más profundo de cada hombre hay un santuario privado donde habita la esencia misteriosa de su ser. Esta realidad interior es aquello en el hombre que es lo que es en sí mismo, sin referencia a ninguna otra parte de la compleja naturaleza del hombre. Es el "Yo soy" del hombre, un regalo del YO SOY que lo creó.
El YO SOY que es Dios es no derivado y auto-existente; el "yo soy" que es el hombre es derivado de Dios y depende en cada momento de Su consentimiento creativo para su continuada existencia. Uno es el Creador, elevado, sobre todo, anciano de días, habitando en luz inaccesible. El otro es una criatura y, aunque privilegiado más allá de todos los demás, sigue siendo solo una criatura, un pensionista de la bondad de Dios y un suplicante ante Su trono.
La entidad humana profunda de la que hablamos se llama en las Escrituras el espíritu del hombre. "Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). Así como el autoconocimiento de Dios reside en el Espíritu eterno, así el autoconocimiento del hombre es por su propio espíritu, y su conocimiento de Dios es por la impresión directa del Espíritu de Dios en el espíritu del hombre.
La importancia de todo esto no puede ser subestimada mientras pensamos, estudiamos y oramos. Revela la esencial espiritualidad de la humanidad. Niega que el hombre sea una criatura que tiene un espíritu y declara que es un espíritu que tiene un cuerpo. Aquello que lo hace ser un ser humano no es su cuerpo sino su espíritu, en el cual originalmente yace la imagen de Dios.
Una de las declaraciones más liberadoras en el Nuevo Testamento es esta: "Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4:23-24). Aquí se muestra que la naturaleza de la adoración es completamente espiritual. La verdadera religión se aleja de la dieta y los días, de las vestiduras y las ceremonias, y se coloca donde pertenece, en la unión del espíritu del hombre con el Espíritu de Dios.
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