El sentido de lo que somos deriva de nuestros pensamientos, de nuestro diálogo interior, de esa voz o voces que nos cuentan repetitivamente nuestra historia personal y las cosas
con las que nos identificamos.
Los psicólogos dicen que el 98% de los pensamientos cotidianos son repeticiones de pensamientos antiguos.
La mayoría de la gente se identifica con esa voz, cree que ella es la voz, y toma su identidad de esa historia, de su historia: sus sufrimientos, sus alegrías, sus éxitos, sus fracasos, sus relaciones… La historia del YO.
Siempre falta algo en su vida.
A veces parece que saben lo que es y en otras es un oscuro sentimiento de que algo no está bien.
Se vive así: algo falta… es como si su historia no hubiera llegado a su final feliz.
De alguna manera se espera encontrar eso que falta en el futuro.
Nos identificamos con el pasado y nos proyectamos en el futuro.
Es como si quisiéramos alcanzar aquella meta para sentirnos realizados.
Desde conseguir algo material (un coche, una casa, un empleo..), hasta algo emocional (un amor que nos haga felices) o un resultado en nuestro trabajo (estamos trabajando hoy esperando obtener un resultado más adelante).
Este estar proyectándonos mentalmente hacia el futuro en espera de lo que deseamos, nos crea la insatisfacción de este momento, del presente que, paradójicamente, es el único que vivimos.
El YO ha hecho el momento próximo más importante porque está esperando inconscientemente encontrarse a sí mismo a través de algo que va a encontrar en el futuro.
El presente no es bueno lo estamos utilizando únicamente como un paso hacia algo que es más importante.
Estamos siempre en camino a… o en espera de…
Y sin embargo conseguido algo de esto continuamos sintiéndonos vacíos o incompletos, porque estas metas que no dejan de ser formas u objetos físicos o mentales que demanda nuestro ego pero que no nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos.
Vivimos tratando de llegar al momento siguiente, con un patrón mental que nos hace vivir permanentemente en un estado de insatisfacción, porque no realizamos lo más importante que es el momento presente, el aquí y ahora.
Aquí nace el estrés, entendido como una enfermedad mental que padece nuestra civilización y que definió en 1950 el fisiólogo Hans Selye.
Las emociones son una reacción del cuerpo a los pensamientos.
Si la mente me dice que una situación es mala, el cuerpo lo acepta como realidad provocándome emociones negativas.
Transformamos casi toda nuestra vida en algo problemático.
Pero más allá de este yo superficial, hay un yo más profundo con
el que hemos perdido el contacto, precisamente por estar dominado por nuestros pensamientos.
La creación nace del espacio, cuando los pensamientos están callados. Esto lo saben muy bien artistas y escritores.
Siendo consciente, tengo el poder de elegir transformar el presente en un aliado.
Hemos perdido el contacto con nuestra dimensión profunda. Esa dimensión espiritual que está dentro de nosotros en la que el tiempo no existe y que no necesita de objetos o formas que sólo satisfacen nuestro ego.
NO HACE FALTA PENSAR.
Tenemos que fluir más con nuestro interior, acallar los pensamientos y disfrutar de nuestro silencio interior.
Dejar que nuestra conciencia esté alerta sin ocuparla de pensamientos. De esos pensamientos que el ego utiliza para satisfacerse con objetos.
Fluimos desde nuestro interior conscientes sin interpretar este momento, formando parte de ese espacio más allá de las formas, donde se encuentra nuestro yo profundo y donde no hay tiempo, no hay pasado ni futuro.
La vida y el momento presente son lo mismo.
No aceptarlo es estar contra la vida.
Tenemos que aceptar la forma de este momento, como si la hubiésemos elegido.
No podemos cuestionar lo que ES, pero sí podemos aceptarlo una vez que el Universo lo ha creado y es que lo que Es, ya Es… sea lo que sea.
Si somos capaces de alinearnos con la forma del momento presente
estaremos realizando la práctica espiritual más eficaz y simple,
porque estaremos alineados con la Vida y podremos realizar las acciones prácticas que precisemos.
Esta práctica no necesita tiempo…
Aceptar el presente para abrirse a la Vida.
Es la manera de sentir todo el amor que entra en tu vida a través de lo profundo de tu ser.
El mundo ya no es amenazador porque comienza a ser un reflejo de tu estado de conciencia.
Este es nuestro destino, recolectar con nuestra dimensión espiritual y dejar de pensar constantemente, más allá de nuestros destinos personales y prácticos de nuestra vida.
Y todo lo demás sucede por sí mismo.
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