Satanás, llamado también el adversario o el diablo, es el enemigo de toda rectitud y de quienes procuran seguir a Dios. Es un hijo de Dios procreado en espíritu que una vez fue un ángel “que tenía autoridad delante de Dios”
Sin embargo, en el concilio de los cielos llevado a cabo en la vida preterrenal, Lucifer, como se conocía a Satanás entonces, se rebeló contra Dios. Desde aquel momento, ha intentado destruir a los hijos de Dios en la tierra y procurar su miseria.
Una cuestión primordial en el conflicto entre Dios y Satanás es el albedrío. El albedrío es un valioso don de Dios; es esencial en Su plan para Sus hijos. En la rebelión de Satanás contra Dios, Satanás “pretendió destruir el albedrío del hombre” (Moisés 4:3).
Satanás persuadió a “la tercera parte de las huestes del cielo” a volverse contra el Padre. El resultado de esta rebelión fue que Satanás y sus seguidores fueron desterrados de la presencia de Dios y se les negó la bendición de recibir un cuerpo físico (véase Apocalipsis 12:9).
Satanás procura desacreditar al Salvador y al sacerdocio, sembrar la duda sobre el poder de la Expiación, imitar la revelación, desviarnos de la verdad y socavar la responsabilidad individual. Intenta socavar a la familia al causar confusión en cuanto a la identidad sexual, al fomentar las relaciones sexuales fuera del matrimonio, al ridiculizar el matrimonio; y al desanimar a los adultos casados de tener hijos, quienes de otra forma, criarían a sus hijos en la rectitud.
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