Desde el punto de vista político Roma pasó por tres sistemas: la monarquía, la república y el imperio. Todos estos períodos pueden resumirse como una cadena de guerras sucesivas, tanto pequeñas como grandes, pero en su mayoría agresivas. Los romanos se enfrentaron en estas guerras contra sus vecinos lejanos y cercanos, estados fuertes y débiles, enemigos reales y aquellos que podían convertirse en una verdadera amenaza para ellos. Gran parte de estas guerras fueron largas y muy agotadoras. Las Guerras Púnicas fueron las únicas que duraron más de cuarenta años.
Durante mucho tiempo, hubo guerras civiles en Roma, a menudo más despiadadas y sangrientas que las que se llevaban a cabo en el exterior. Debido a que Roma consolidó su dominio en el Mediterráneo, muchas nacionalidades solían involucrarse en guerras civiles. Estos conflictos se prolongaban por un largo periodo de tiempo. Un ejemplo claro de esto es la guerra de Julio Cesar contra sus oponentes, que duró 4 años y se libró del 49 al 45 a.C.
En Roma, además de todo lo anterior mencionado, había una gran cantidad de esclavos que debían ser controlados para evitar todo tipo de rebeliones. Estos pueblos eran fuertemente reprimidos por los romanos, razón por la cual hacían revueltas contra ellos con bastante frecuencia.
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