Pablo y Silas han sido golpeados y colocados en prisión por haber enseñado acerca de Jesús. Ellos gozosamente cantan alabanzas
a Dios, en lugar de quejarse. Dios envía un terremoto que abre las puertas de la prisión, pero Pablo y Silas no escapan. El guardia de la
prisión queda impresionado por su honestidad, justicia y gozo, y les pregunta qué debe hacer para ser salvo. Pablo enseña de Jesús a él y a su familia. Ellos son bautizados. El guardia alimenta a Pablo y a Silas, y cura sus heridas.
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