Al papa Formoso, lo condenaron a muerte…¡después de muerto!
En el siglo IX, Roma, era un caos porque había perdido su protagonismo luego de que Constantinopla se convirtiera en la capital del imperio romano; y disminuida a la condición de población de tercera categoría [sus habitantes estaban reducidos a la pobreza, la ciudad misma era un cloaca y sus edificaciones estaban desvencijadas], cuyo único tesoro era el trono de San Pedro, que las familias más ricas se disputaban a sangre y fuego.
En el año 891, en medio de esa anarquía, Formoso -obispo de Porto-, fue elegido papa apoyado por los rivales de la familia Spoletto -que era la más poderosa de Roma, en ese momento- y así gobernó hasta el 896, año en el que murió. Meses después su sucesor y enemigo acérrimo, Esteban VI, sostenido por los Spoletto, lo hizo exhumar para adelantar un juicio en su contra.
Su esqueleto vestido con los atuendos papales fue sentado en el trono y sometido a un rocambolesco proceso [que la historia conoce como: El Sínodo Horrendo], en el que se le acusaba de haber sido un papa ilegítimo, porque al ser elegido, no renunció al obispado de Porto. Luego de anular todos sus actos como pontífice, Esteban VI, lo condenó a muerte y le hizo cercenar los dedos con los que impartía la bendición papal. A continuación, arrojó su cadáver al río Tiber de donde fue rescatado por sus seguidores, quienes lo devolvieron piadosamente a su tumba.
Más adelante el papa Sergio III -de la cuerda de los Spoletto-, lo hizo exhumar de nuevo para volver a lanzarlo al mismo río, del que otra vez lo sacaron sus partidarios y por fin pudo descansar en paz.
¿Y…lógico?
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