Para muchos de nosotros la memoria más inmediata referida a la cruz de mayo nos remite a aquellos sencillos rincones en calles, plazas e interior de viviendas en los que, junto a un adorno floral y otros símbolos de nuestra cultura, la gente se reunía, cantaban las cuadrillas, y, como el próximo sábado, se realizaban oficios religiosos y festivos.
La Invención de la Santa Cruz es conmemorada desde antiguo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo.
Este relato figura en los pasionarios del siglo X. En el sexto año de su reinado, el emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio. Se consideraba imposible la victoria a causa de la magnitud del ejército enemigo.
Una noche, Constantino tiene una visión: en el cielo se apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc signo vincis ('Con esta señal vencerás').
El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias.
Enseguida envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes. En el monte donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontraron tres cruces ocultas.
Para descubrir cuál de ellas era la verdadera las colocaron una a una sobre un joven muerto, el cual resucitó al serle impuesta la tercera, la de Cristo.
Toda esta historia tiene, sin duda, mucho de leyenda, pues el emperador Constantino fue considerado en el medievo occidental como prototipo del príncipe cristiano y se le rodeó de multitud de relatos míticos.
La celebración de la fiesta de la Cruz de Mayo, sobre todo asociada a sectores del sur de la península, ha perdurado a pesar de los cambios que ha vivido su modo de conmemorarse.
En un principio el hecho del sueño de Santa Elena y que éste fuera en el mes de María bastó para el inicio de una costumbre, en las ciudades se erguían cruces, hermosamente adornadas con motivos florales.
Cruces que terminaban por unirse a las aparecidas en andas durante las procesiones de Semana Santa, junto a ellas unos altares llenos de ofrendas florales y recuerdos a la Virgen. En estos lugares se rezaba el rosario y luego se procedía a la fiesta, donde sonaba la música, y corría el vino.
En los pueblos, la cerebración, aunque era también de uso abierto, además tenía una forma más privada . Por un lado se montaba la cruz floral donde se celebraba el festejo y por otro en casa de una persona "piadosa" se montaba un altar con la imaginería del lugar y allí se reunían las personas a orar. Una reunión por norma presidida por un crucifijo o sagrado corazón.
En la actualidad la festividad de las cruces de mayo sigue vigente, en torno al 3 de mayo, festividad de Santa Elena.
En Cartagena se celebra con la instalación en las calles de unas cruces hechas con flores o decoradas con ellas. Y los distintos barrios ¿compiten¿ para que la suya sea la más hermosa y vistosa.
Mantones de manila han suplantado a los recuerdos esotéricos. Las sevillanas coreadas por el público nada tienen que ver con los cánticos iniciáticos de hace unos milenios.
En la ciudad también supone el momento de arranque de una sucesión de festejos populares que, fundamentalmente, desde el mes de mayo hasta finales de septiembre irán tejiendo los distintos barrios y diputaciones en sus respectivos entornos vecinales.
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