¿Cómo vivir a fondo y con fruto el Adviento?

* Es un camino hacia la luz. Lo representa bellamente la corona de Adviento.

* Recordemos que toda la vida humana es "adviento" y que la Iglesia sobre esta tierra, es Iglesia "peregrina", que también significa: "Iglesia en permanente Adviento".

* El Adviento tiene dos fases principales, que miran, la una, hacia el retorno definitivo del Señor, y la otra, al recuerdo de su primera venida en la humildad de Belén: el recuerdo de lo que Dios YA hizo nos alienta en esperanza hacia lo que Dios va a hacer.

* Tres guías nos van orientando: el profeta Isaías, el precursor San Juan Bautista, y la Madre del Verbo Encarnado, María Santísima.

* Isaías nos ayuda porque es el profeta que más habló en términos del futuro en Dios. La liturgia aprovecha este hecho para "emparejar" textos del profeta con pasajes de los evangelios, en los que se ve cómo todo se cumple en Jesucristo.

* Juan Bautista nos ayuda con su fuerte exhortación a dejar el camino del pecado, esto es, a cumplir el mandato que ya nos había dado Isaías: levantar los valles y abajar las colinas. Se suele interpretar ese mensaje como: no dejarnos hundir por la desesperanza y no dejarnos seducir por ninguna forma de arrogancia.

* Juan Bautista nos invita también, con su ejemplo y con sus palabras, a practicar la penitencia. Conviene explicar un poco más esta dimensión clave de la vida cristiana:

+ Ante todo, hay que ver la penitencia como una OPORTUNIDAD que nos abre a una mejor versión de nosotros mismos. Hacer penitencia es responder a un acto de paciencia, ternura y misericordia de parte de Dios.

+ La auténtica penitencia empieza siempre en el corazón: es un dolor de amor por haber obrado mal, pero sobre todo por haber ofendido a Dios con ingratitud, soberbia y desobediencia.

+ La auténtica penitencia produce un efecto de distancia frente al placer y en general frente a todo halago del propio yo. En efecto, la conciencia del daño que nos hemos hecho por seguir los impulsos del ego nos mueven a cultivar una sana desconfianza hacia la complacencia cómoda. No es algo impuesto desde fuera; es algo que brota desde dentro del corazón que hace el camino interior del arrepentimiento.

+ La penitencia va mucho más allá del sentimiento, en dos direcciones. Primero, porque los sentimientos pueden ser muy "volátiles" y cambian a menudo de intensidad y de dirección. Uno no puede fiarse solo de los sentimientos cuando se trata de mejorar la vida. En segundo lugar, los sentimientos pueden "atraparnos", por ejemplo, en una sensación permanente de auto-culpabilidad o de baja autoestima. El verdadero arrepentimiento, en cambio, mira a la conversión con los ojos de la esperanza.

+ La auténtica penitencia no se desconecta de los otros dos grandes ejercicios espirituales: la oración y las obras de misericordia. La penitencia que se concentra solo en que "yo sea mejor" en el fondo sigue siendo un tributo al egoísmo.

* Además de la actitud de penitencia y conversión, y siempre acompañando este camino de conversión, en el Adviento conviene tomar muy a menudo la Sagrada Escritura en nuestras manos y dejar que su luz y su fuerza alcancen nuestro corazón. Por supuesto, el mejor lugar para esta escucha es la celebración litúrgica, sobre todo, la Santa Misa.

* Nuestro tercer guía es la Santísima Virgen María. Ella nos educa en varias virtudes fundamentales: humildad, gratitud, alabanza y sobre todo, ESPERANZA. Es un muy buen ejercicio para nuestra imaginación volver la mirada de la mente hacia estos días como quien acompaña a María en su embarazo.

* Fijar la atención en María, en su manera de orar, en su recogimiento, en su íntimo gozo, en su absoluta disponibilidad, todo ello va transformando nuestro modo de vivir este tiempo de gracia que es el Adviento.

Y por supuesto: así como miramos el Corazón Inmaculado de María y reconocemos en su vientre al Hijo de Dios, así también hemos de "abrir espacio" en nosotros para que Jesucristo venga, viva y reine en nosotros y en todo lo que tenemos y hacemos.

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