Condena
Luego de varios meses que duró el proceso que consistió en careos e interrogatorios, finalmente Delfina, María de Jesús y María Luisa González Valenzuela, fueron acusadas de lenocinio, secuestro y homicidio calificado y recibieron la pena máxima de 40 años de prisión, sin embargo dos de ellas murieron tras las rejas antes de poder obtener su libertad
Delfina, conocida como La Poquianchis Mayor, falleció a los 56 años en la cárcel de Irapuato, el 17 de octubre de 1968; María Luisa, apodada “Eva La Piernuda”, perdió la vida en su celda de la cárcel municipal de Irapuato en noviembre de 1984 luego de ser consumida por un cáncer hepático y María de Jesús fue la única que falleció en libertad
El caso de “Las Poquianchis” fue tan famoso que incluso fue el argumento de obras de teatro, películas (Las Poquianchis, 1976, dirigida por Felipe Cazals) y libros de algunos connotados literatos (Las Muertas, novela de Jorge Ibargüengoitia) que adaptaron la historia. Además de que en el 2011, la serie "Mujeres Asesinas" (serie readaptada por Televisa y dirigida por Pedro Torres) sacase para el final de la tercera temporada un capítulo sobre Las Poquianchis, dándole el nombre de "Las Cotuchas, Empresarias".
Ritos satánicos (mitos)
Entre los muchos mitos creados en torno a este caso, la prensa amarillista creó el de los ritos satánicos. Se afirmó que hacia 1963, “Las Poquianchis” incursionaron en el satanismo. Alguien les dijo que si ofrecían sacrificios al Diablo, ganarían más dinero y tendrían protección. Desde ese momento, cada vez que llegaban nuevas niñas reclutadas, eran iniciadas en un extraño ritual
Primero las hermanas Valenzuela encendían velas y veladoras, formando una estrella de cinco puntas. Luego llevaban un gallo, el cual era sacrificado. Entonces Delfina y sus hermanas se desnudaban para untarse la sangre del animal. Desnudaban además a las niñas nuevas, quienes eran violadas y sodomizadas por los cuidadores, mientras “Las Poquianchis” contemplaban la escena y se reían
Después sus ayudantes llevaban a la habitación a algún animal: un macho cabrío o un perro, y obligaban a las niñas a realizar un acto zoofílico para alegría de quienes contemplaban la escena. Después, los hombres llamaban a las demás niñas para empezar una orgía, en la cual “Las Poquianchis” también participaban. Semanas después, comenzarían otro negocio: le quitaban la carne a los cadáveres de las prostitutas que iban asesinando, para venderla por kilo en el mercado. vendiendo el kilo a tres pesos
Se destapa el caso
En 1964, Catalina Ortega, una de las más recientes muchachas en llegar al prostíbulo, logró escapar y se presentó en la comandancia de la Policía Judicial de León, Guanajuato. Las autoridades giraron una orden de aprehensión y se dirigieron a San Francisco del Rincón. Ahí detuvieron a Delfina y a María de Jesús. María Luisa logró escapar al último momento. El caso fue ampliamente difundido por la revista Alarma!. Algunas mujeres rescatadas dieron testimonio de los hechos
Crímenes
Las mujeres contaron a los judiciales cómo algunas de sus compañeras fueron golpeadas y torturadas por sus patronas e incluso varias fueron asesinadas y enterradas dentro del mismo predio donde eran explotadas. Las víctimas relataron a las autoridades que nunca las dejaban salir de las casas de citas, y que cuando resultaban embarazadas les practicaban abortos y en caso de nacer los niños, éstos eran asesinados
Según el relato de las rescatadas, “Las Poquianchis” también asesinaban a aquellas prostitutas que “ya no les servían” a quienes sepultaban vivas en un panteón clandestino ubicado en el poblado de San Ángel, en Purísima del Rincón. Este “trabajo” era realizado por el capitán del Ejército, Hermenegildo Zúñiga Maldonado, conocido como “El Capitán Águila Negra”, quien fue amante de Delfina y su protector
El relato
Delfina desarrolló un método de secuestro que dejaba mayores ganancias: acudían a rancherías o pueblos cercanos, donde buscaban a las niñas más bonitas. No importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente las secuestraban. O si estaban acompañadas de sus padres, generalmente campesinos, se les acercaban y les ofrecían darles trabajo a las hijas como sirvientas. Los padres accedían, Las Poquianchis se llevaban a las niñas y de inmediato empezaba su tormento
Apenas llegaban al burdel, Las Poquianchis procedían a desnudar a las niñas por completo y examinarlas. Si consideraban que tenían “suficiente carne”, los ayudantes que habían contratado se encargaban de violarlas, uno tras otro, vaginal y analmente. También las obligaban a practicarles sexo oral y si lloraban o se resistían, las golpeaban
Después, “Las Poquianchis” las bañaban con cubetadas de agua helada, les daban vestidos y las sacaban por la noche a que comenzaran a atender a la clientela del bar, bajo amenazas de muerte. Los clientes se mostraban siempre encantados de que les proporcionaran niñas
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