Salía de su casa, en Moscú, a las seis de la mañana cuando una bomba en un patinete ha acabado con la vida de Igor Kirílov. El jefe de las fuerzas de defensa química y biológica de Rusia. El atentado se lo ha atribuido el servicio de seguridad de Ucrania que lo consideraba un criminal de guerra. Un objetivo legítimo al que habían acusado de usar armas químicas en su territorio.
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