Raúl Hurtado, un humilde pescador de las aguas veracruzanas, nunca esperó que la fortuna tocara a su puerta. Sin embargo, en lugar de eso, tropezó con un tesoro perdido en las profundidades del mar mientras realizaba su rutina diaria. Lo que comenzó como el destello de un metal brillante en el lecho marino se convirtió en un giro inesperado en su vida.
En 1975, Raúl descubrió piezas prehispánicas de oro en las cercanías de Arroyo de Río Medio. Con la ayuda de su hermano, reconoció el valor de su hallazgo y lo vendió por una suma significativa. Pero su fortuna se desvaneció rápidamente debido al derroche y la codicia de otros. La envidia y la sospecha de la comunidad los llevaron ante la ley, acusados de saquear el patrimonio histórico de la nación.
Aunque Raúl fue absuelto más tarde por ignorancia de la naturaleza arqueológica del tesoro, su vida nunca volvió a ser la misma. Se encontró libre pero empobrecido, lamentando la amarga experiencia y la injusticia percibida en el sistema legal. A pesar de todo, su legado perdura, recordado junto a su fiel lancha, "El menso soy yo".
El tesoro que Raúl descubrió, conocido como las "joyas del pescador", incluía una variedad de piezas ornamentales de oro, barro y pirita, presumiblemente reunidas durante la era colonial en Oaxaca. Aunque exhibidas y protegidas por el INAH desde 1991, la historia de Raúl y su encuentro con el tesoro perdido sigue resonando hasta el día de hoy.
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