La Taha es uno de los municipios de la Alpujarra que mantienen en su término un mayor número de pueblos habitados. Comprende siete de los diez núcleos de población que aún permanecen en pie dentro del territorio de la antigua Taha de Ferreyra, al que se accede por uno de los parajes históricos más singulares de la zona: el Barranco de la Sangre, así llamado por haber sido escenario durante la Guerra de las Alpujarras de una cruenta batalla.
Las tahas o taás eran las divisiones administrativas en que estaba repartido el territorio alpujarreño durante su época islámica, siendo este municipio el único que ha conservado hasta la actualidad su antigua denominación. Aunque el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge como forma correcta de escritura “taha”, la población es conocida con una derivación aguda de la palabra árabe.
Caminos reales, aljibes, puentes, molinos y acequias forman el patrimonio de esta localidad, que también cuenta con castaños milenarios, veredas casi silvestres, fuentes ‘encantadas’, viejas leyendas todavía vivas y arroyos anaranjados…
Entre sus núcleos de población Pitres tiene históricamente la responsabilidad municipal. Ésta posee una plaza de las más espaciosas y mejor arboladas de la comarca que algunos autores datan de la época romana. Proverbial y reconocida es la socarronería de sus habitantes, a los que en cierta ocasión se les ocurrió pedir a un gobernante local la concesión de un puerto de mar. Aunque tan extravagante solicitud –Pitres se encuentra a gran altitud sobre el nivel del Mediterráneo– les valió a sus autores el sobrenombre de ‘bárbaros’, en lugar de tomárselo a mal, los vecinos han instituido un divertido y disparatado programa de fiestas, durante las cuales ‘plantan’ sardinas en los bancales y las riegan para que crezcan gordas y jugosas.
En la ladera que desciende hacia Trevélez se encuentra Mecina Fondales. Aquí destaca el antiguo lavadero público que conserva trazos de su modesta monumentalidad. Pero lo más interesante de este núcleo hay que buscarlo en Fondales, donde Gerald Brenan fijó su residencia de verano. Un corto descenso a pie hasta el río da la oportunidad de contemplar los restos de un viejo molino árabe, considerado en su día como una de las obras más representativas de la arquitectura medieval de la zona.
Ferreirola conserva una iglesia y varias fuentes. Capileirilla, con sus 1.380 metros sobre el nivel del mar, es la aldea más elevada del municipio y en ella se conservan los restos de un templo visigodo del siglo VIII.
Por último, Atalbéitar, el núcleo más oriental del municipio, es unos de los asentamientos más modernos de la comarca, pues carece de antecedentes anteriores a la época musulmana. También es uno de los lugares más apacibles, bellos y fértiles.
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