Los #SeresHumanos dedicamos una buena parte de la vida a #Construir y #Edificar. Vamos dando forma y sustento a la urbe, con una presencia activa y productiva, dedicados a una siembra constante, en espera de una buena cosecha.
Durante el transcurso de nuestra existencia, vamos cubriendo etapas y roles propios de la edad. De niños y adolescentes somos alumnos. Nos educamos y preparamos para ser ciudadanos, con el desarrollo de las competencias necesarias, que nos permitirán hacer aportes a la sociedad.
En la adultez, con nuestro pleno desarrollo, nos incorporamos a la rueda de la productividad, conformamos nuevas familias, envejecemos y llegamos a la #TerceraEdad, para convertirnos —paradójicamente— en los olvidados de la sociedad.
Al principio, desde el nacimiento, somos llevados de la mano y guía de nuestros padres y maestros, para ir convirtiéndonos progresivamente en los ciudadanos del mañana. Mientras somos capaces y productivos, cuando tenemos mucho que aportar a la sociedad, la sociedad misma nos recibe con los brazos abiertos.
Es entonces cuando pasamos a ser guía para otros. La sociedad propiamente dicha se va nutriendo con nuestros aportes, como ciudadanos productivos. Mientras tenemos juventud somos útiles. Cuando acumulamos experiencias seguimos siendo atractivos en el mundo laboral. Pero al entrar en los años dorados nuestra realidad cambia de forma dramática.
En una oportunidad escuchamos decir a un anciano que: “envejecer es la única enfermedad que no tiene cura”. Esta frase dibuja dramáticamente una realidad de la que nadie escapa; pues prácticamente todos seremos viejos, nos jubilaremos y dejaremos de ser útiles a la sociedad. Nos convertiremos en un lastre, un peso para nuestros familiares y pasaremos a ser parte de la estadística de los olvidados.
Los viejos son una carga, un peso, un lastre. Envejecer con dignidad no es una regla, sino una excepción. En España, por ejemplo, el Índice de Envejecimiento Activo; es decir, el de personas de la tercera edad activos y productivos, es el más bajo de Europa, con un puntaje de 32,6, con respeto a países como Alemania, con un índice del 35,4; Reino Unido un 39,7, y Suecia con 44,9 puntos.
Esto significa que, en España, el número de personas ubicadas en los años dorados, que tienen la posibilidad de disfrutar de una ancianidad activa y saludable, es inferior a la media de la Unión Europea, con un 33,9; según datos registrados por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa.
Pareciera que la vejes pesa, y pesa mucho, para las generaciones de relevo. Tradicionalmente, a los abuelos los marginan, los excluyen, los ponen a un lado. Son útiles para cuidar a los nietos, pero tradicionalmente son excluidos, mientras su salud se va deteriorando de forma progresiva, pues los años no perdonan y no pasan en vano.
Por el contrario, en países como Suiza, Noruega, Suecia, Alemania y Canadá se puede envejecer con dignidad. Estos países poseen los mejores planes sociales de retiro, gracias a una política de pensiones que garantiza el bienestar financiero de los adultos mayores, que comenzó a desarrollarse hace más de un siglo.
En estas naciones toman en consideración puntos como:
• La salud.
• El ingreso y la estabilidad financiera.
• La seguridad.
• La capacidad de seguir activo, como voluntario o colaborando con la comunidad.
Es importante no perder de vista que el 12% de la población mundial tiene más de 60 años de edad. Para el 2030 se prevé que esa proporción aumente a 16,5% y a 21,5% para el 2050, lo que se traduce en 2,1 millardos de personas.
Se trata del grupo social con el crecimiento más acelerado. De allí la importancia de considerar todos los elementos necesarios para atender a los adultos mayores y poderles garantizar una ancianidad con dignidad, pues se trata de un sector de la población que ejerce una marcada incide sobre la economía y el desarrollo de las ciudades.
En todo caso, envejecer debería ser una bendición. Se trata de las personas con la mayor experiencia para aprovechar. Los ancianos podrían ser unos excelentes orientadores, maestros, guías y mentores de nuevas generaciones.
Hagamos que sus años dorados sean una etapa de grandes satisfacciones y alegrías. Incorporemos a los viejos a la rueda de la vida y no la del olvido. Ellos nos dieron todo en su juventud y a hora nos toda a nosotros, los menos adultos, el devolverles parte de esa herencia que recibimos de sus manos amorosas.
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