A finales de año. Comencé a escuchar más frecuentemente que algunas personas realizaron el ayuno que propone ruah, es decir un ayuno de pan y agua por 40 días. Personalmente lo que me pareció más interesante fue que algunas personas cercanas, cuando les comenté lo estaban terminando o ya lo habían hecho. En mi oración le pedí al Señor que me indicara si en verdad él quería mi ayuno, o como dicen en Ruah, si Jesús quería ayunar en mi.
A través de la oración comencé a sentir que estaba siendo llamado a vivir la experiencia de ayuno de 40 días de pan y agua, y que debía iniciarse a más tardar el primero de enero. Cuando la fecha se fue acercando, 20 días, 14 días, 10 días… comencé a sentir un pavor impresionante, un miedo al fracaso a la impotencia de iniciar una práctica que no lograra terminarla. Compartí con algunas personas cercanas, y para mi sorpresa me sentí desanimado: eso es malo para la salud, eso no se puede hacer, debe tener cuidado… ect
el 28 de diciembre me levanté con esa convicción que era el día de inicar, pero el miedo me paralizó por dos días hasta que el 30 de diciembre lo inicié. Si alguien está interesado en tener información me puede preguntar, pero en verdad hay mucho material de la fundación Ruah para ayudar a la gente en este camino, además la cantidad de gracias y bendiciones, y la sanación que se recibe en esos 40 días son algo que no imaginamos.
Personalmente les cuento: no sentí hambre, a pesar que era un tiempo inapropiado ya que había muchas celebraciones especiales como 31 de diciembre, 1ro de enero, 6 de enero… eso si, tentaciones, pero no hambre. Tuve varias invitaciones a las que fui, y llevé mi pan, y la visita de un primo que por un momento me hizo pensar en interrumpir para compartir alimentos, pero igual me decidí a continuar.
Hubo días de sanación, algunos resentimientos del pasado fueron sanados y también fue una oportunidad para pedir perdón por algunas situaciones de las que no había hecho un buen examen de conciencia.
De las cosas hermosas que viví y casi ni me doy cuenta fueron los dos últimos días, sábado y domingo… me acompañó estos días un olor suave a rosas que pensé era producto del jabón de manos o el gel antibacterial, pero poco después fui consciente que era un olor completamente distinto, era como una paz y esa compañía de María para celebrar conmigo el final del ayuno.
Hace un año quería hacer para cuaresma algunos programas sobre el ayuno, pero me di cuenta que la mejor manera de hacer algo es vivir la experiencia más que leer un libro y repetir la historia.
Quiero invitarlos a vivir el ayuno, el que sea, como sea, pero es necesario en la vida espiritual. Hay muchas cosas de nuestra vida que no van bien y ni siquiera nos damos cuenta. El hecho de dejar de lado lo necesario para vivir, como es la comida, el hecho de controlar la carne, el cuerpo, le da espacio al espíritu de manifestarse y liberarse
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