Jesús ha muerto. Los apóstoles, escondidos y acobardados, han
perdido toda esperanza.
Hoy es un día de espera. ¡Qué necesaria es la espera en nuestro
mundo! Vivimos en la sociedad de la inmediatez: Quiero esto y lo
quiero “para YA”.
Debemos tomarnos este día como una oportunidad para ser
pacientes, para jamás perder la fe. Dice San Pablo en su carta a
los Tesalonicenses: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis
acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los
otros que no tienen esperanza.”
En estos momentos de prueba, debemos confiar plenamente en
la palabra de Jesús, no perder la fe, aunque el barco parezca
hundirse.
Hoy es, también, un día de silencio. No solamente exterior, sino
también interior. Te animo a acallar hoy las preocupaciones,
muchas veces superficiales, de nuestra rutinaria vida. A construir
un pequeño “rincón de oración” en tu habitación.
Pensemos por tanto qué es lo que Dios pide de nosotros en este
momento y guardemos luto, en el silencio y la oración.
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