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El Escepticismo filosófico
Dudar de todo, no crear en nada, no aceptar doctrina alguna y pensar que nada en sí se puede conocer. Estos son algunos postulados de unas de las escuelas filosóficas que se negó incluso a sí misma. Hoy vamos a hablar del apasionante mundo de los escépticos y de su carismático líder, Pirrón.
Para hablar del escepticismo debemos primero analizar la figura de su creador, Pirrón.
Pirrón nació en Elis, en el Peloponeso. Durante los primeros años se inclinó por la pintura, pero luego abrazó la filosofía de manos de sus maestros: Drusón y Anaxarco. Su formación se vería determinada por su adhesión al ejército de Alejandro Magno, con el que viajó en múltiples expediciones conociendo la cultura y tradiciones de otros pueblos, como la India o Egipto. En la India quedaría profundamente impresionado por los gimnosofistas, es decir, por los filósofos desnudos.
De Pirrón no conservamos ninguna obra, todo lo que sabemos de él y de su filosofía lo debemos reconstruir por otras fuentes, destacando los escritos de Diógenes Laercio y Sexto Empírico.
El escepticismo es una corriente filosófica que hace de la duda su eje central. La palabra “escéptico” significa en griego algo así como “indagar”, “examinar”, el que examina.
Los escèpticos postulan que nada es verdadero o falso, todo depende del sujeto en sí. Para Pirrón nada se puede afirmar ni negar, solo se puede opinar. No podemos decir “que hace calor o frío, sólo que tengo calor o frío”, que es una opinión particular.
En esta línea también van a negar que exista lo justo o lo injusto, todo va a depender de las tradiciones y las costumbres. Así en un país lo justo será una cosa y en otro otra. Esto lo pudo comprobar Pirrón de primera mano en sus viajes con Alejandro Magno.
La filosofía escéptica rechazará también los sentidos, por ser fuente de conocimientos falsos, al estilo platónico. Según relatan las fuentes, Pirrón llevaba la desconfianza de los sentidos a tal extremo que iba por el mundo sin hacerles caso. Así se cuenta que se iba chocando con objetos, animales o personas, e incluso hubiera caído más de una vez al precipicio si sus amigos no lo hubieran librado de ello.
Como otras escuelas filosóficas de la época, su finalidad es la consecución de la felicidad. Y la manera de conseguirlo es mediante la ataraxia o control de las pasiones, donde coincide con la escuela de los estoicos y de los epicúreos. Sin embargo, se diferencia de estas escuelas en que ellos no imponen ninguna doctrina y las creen a todas iguales de engañosas.
De esta forma, el escepticismo es un enfrentarse contra las posturas existentes y no busca en sí crear ninguna doctrina propia.
Otro concepto importante para Pirrón era el de epojé o “suspensión del juicio”. Como no podemos conocer verdaderamente nada, solo podemos limitarnos a suspender el juicio. Para los escépticos no se puede afirmar que el conocimiento no existe, pues si afirmásemos esa idea ya estaría afirmando una verdad lógica. Por tanto, van a negar la primera fuente para llegar a la verdad de Sócrates, el “sólo sé que no se nada”.
A diferencia por ejemplo de los Cínicos, que aconsejaban retirarse a la naturaleza, los escépticos aceptan vivir en sociedad y cumplir las normas que cada estado les impone.
Aunque suponen un punto de inflexión en la filosofía, sus ideas no son radicalmente novedosas, ya que tiene precedentes en Jenófanes, Demócrito, en los Sofistas o en el propio Platón al negar todo el conocimiento del mundo sensible.
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