La necesidad del creyente promedio no es tener acceso a la palabra de Dios, sino el poder entenderla y dejarse moldear por ella, esa es la parte que nos hace falta. El Señor dice que eso es semejante al que mira su rostro en un espejo y luego se va y olvida cómo era. Dice que no debemos ser oidores olvidadizos sino hacedores de la palabra. Millones de creyentes viven encarcelados por la ignorancia de la voluntad de Dios. Cristo vino para sacarnos de esa cárcel de ignorancia de su voluntad y que podamos ver y oír.
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