El salmo 26 es una oración de inocencia, como los salmos 25 a 28. Un contenido así sugiere, de entrada, que su uso no está limitado a ninguna época específica de la historia. Aunque se trata de una oración, el salmo 26 al mismo tiempo presenta un argumento. Es clara la asociación del individuo con el templo y la comunidad de creyentes, la separación de ciertas personas y prácticas, y la petición para que Dios lo vindique y lo libere. Suponemos que los enemigos aquí referidos son gente adinerada ya que están en capacidad de pagar sobornos. Siempre ha habido poderosos que, para tapar sus faltas, acusan falsamente a otros, así como también gente sobornable. Pero el orante de este salmo está seguro de su inocencia y de la justicia divina; por eso precisamente es que ora.
Visto a partir de su forma literaria, en el salmo 26 se observan siete partes claramente reconocibles. Otros estudiosos reconocen una estructura similar, algunos con bastante detalle.[7] Como se indica a continuación con los números de los versículos, cada una de las tres primeras partes tiene su correspondencia en las tres últimas. En el centro de esta estructura quiástica, el versículo 7, figura la proclamación agradecida de las maravillas de Dios. Estas siete partes contienen cuatro temas: la firmeza del íntegro (1-3/11-12); la amenaza de los corruptos (4-5/9-10), la presencia protectora de Dios (6/8); y la proclamación de la palabra de Dios (7). Este será el orden y la temática que seguiremos en la exposición del salmo 26, haciendo referencia a su estructura global y a la relación entre sus partes.
La observación de la estructura literaria en un texto poético hebreo, particularmente del paralelismo, es práctica común y corriente a partir de la segunda mitad del siglo veinte.[8] Sin embargo, no se trata de una ciencia exacta en la que el resultado final es para todos igual. Por eso, como lo muestra la literatura relevante, es posible encontrar en artículos y comentarios diversas opciones para la estructura de un mismo texto, con cada autor plenamente persuadido de la suya. El estudio del salmo 26 es prueba de ello.[9] Por eso, lo que se busca en este ejercicio no es la uniformidad en la representación de la estructura del texto, sino demostración de legitimidad en el método y claridad en la clave que se ha usado para leer el texto. Existen indicios y patrones generales reconocibles en la poesía y la narrativa hebreas que nos permiten establecer estructuras con un alto grado de detalle. Pero no es posible conocer la mente y la intención del escritor bíblico en su totalidad como para afirmar que los detalles de una estructura propuesta sean definitivos e indiscutibles.
En vista de lo anterior, y atendiendo a la comprensión de Kosmala sobre el tema,[10] aquí hemos seguido una pista lingüística y temática para notar características reconocidas universalmente en el estudio de la literatura hebrea bíblica, especialmente en la poesía, cuales son el paralelismo y el quiasmo. Es decir, se observa primero la repetición de términos o palabras semánticamente equivalentes; y segundo, la manera como están localizados estratégicamente a lo largo del texto, como lo presentamos arriba, dispuesto de manera que se pueda observar las secciones y los paralelos.
Los ecos entre el salmo 1 y el 26 son evidentes: caminar, sentarse, pararse, la asamblea, los pecadores, los malos, el adverbio “no” (varias veces) para referirse a las conductas de las que el orante se abstiene de participar. Lo que hace el salmo 26 es especificar algunas de las actividades propias de los que en el salmo 1 son llamados malvados, pecadores y escarnecedores; es decir, los corruptos. En el salmo 1 se habla de manera general sobre los creyentes; en el salmo 26 habla el creyente que es víctima de los corruptos. En síntesis, los salmos 1 y 26 tienen en común lo siguiente: el creyente íntegro, los pecadores, la presencia de Dios, el final de los malos, la permanencia del creyente y la forma como permanece.
En el salmo 26 el orante se defiende de acusaciones probablemente falsas. Aunque mucho culpable se declara inocente, en la siguiente interpretación asumiremos que el orante de este salmo es inocente de lo que lo acusan y que de verdad es íntegro.[11] La estructura del salmo sugiere que el orante está en el templo. Sin embargo, es posible imaginarse un escenario en el cual el creyente está solo en el momento de orar, pero tiene en mente el templo. En cualquier caso, la defensa que el orante hace de sí mismo no se refiere a hechos concretos, sino que se plantea de modo más bien genérico, señalando ciertos males conocidos. Siendo así, podría tratarse entonces de un acto mental del creyente[12] que tiene unos referentes específicos pero indeterminados. Sin embargo, el hecho incontrovertible es que el salmo 26 existe como texto canónico para nutrir la fe de los creyentes en una sociedad corrupta.
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