Macario Colombo es quizá una de las figuras más enigmáticas del quehacer artístico larense. Un hombre de vasta sabiduría, un anacronismo en pleno siglo XXI y el arquetipo perfecto del desprendimiento, el amor al arte y la trascendencia del espíritu. Escucharlo hablar, conversar con él, es encontrarse con un mundo que raya en lo profano y lo sagrado, en lo empírico y lo científico y te obliga a perderse en su sapiencia. Así pues, escuchad su voz en la palabra escrita, renacer y reverberar en su búsqueda incansable de la luz y la libertad.
Soy un pintor que practica todos los días, que ha pasado por múltiples etapas, formas o expresiones -para no decir estilos porque no creo mucho en ellos- y que pinta con el alma. Empecé experimentando con cosas simples, calles, gente, cosas sencillas y sin saber combinar los colores; empero, la práctica me ha llevado a desarrollar una pintura de calidad. También pasé por una etapa de paisajes bucólicos o pastoril, experimenté con eso, con paisajes, y poco a poco los fui abandonando para descubrir que tenía una mente fantástica, que podía imaginar -que es la tarea más difícil de todo pintor- y comencé a trabajar con rojos, negros y un vaivén de elementos que daban la impresión de que la pintura se te venía encima. Por eso, muchos han dicho que mi trabajo es una propuesta trágica, oscura, que pinto diablos feos, calaveras, y cosas para enloquecer a la gente; pero eso solo es una etapa, una propuesta en la que la oscuridad es luz, en la que se conjuga lo profano y lo sagrado como en el amor, y donde la luz negra no es oscuridad; al contrario, ilumina de una forma tan segadora que la gente la percibe como oscuridad. Pero esa etapa también ya la he superado, ahora -y no porque esté debilitado, no, porque yo me siento muy bien- he caído en pintar flores, cosas menos agresivas, otro tipo de paisajes, pero es porque en las etapas se entra y se sale sin darse cuenta.
Manuel A. Yépez A. EL Impulso.
Ещё видео!