LA LIMPIADORA ADVIRTIÓ AL MILLONARIO SOBRE LOS INVERSORES... ESA NOCHE, UN COCHE DE LUJO APARECIÓ...
El sol apenas comenzaba a ocultarse detrás de los rascacielos de la Ciudad de México, arrojando una luz dorada sobre las avenidas abarrotadas de coches y peatones. Dentro del imponente edificio de cristal en el centro de la ciudad, Ximena Beltrán terminaba su turno de limpieza. Con su uniforme azul descolorido y el cabello recogido en un moño sencillo, pasaba inadvertida entre los empleados que salían a prisa, deseando llegar a casa.
Ximena llevaba varios meses trabajando en uno de los edificios empresariales más importantes de la ciudad, donde cada día era igual: los ejecutivos pasaban a su lado como si no existiera, los teléfonos sonaban sin cesar, y el sonido de los tacones y trajes caros resonaba en el mármol. No era un trabajo del que presumiera, pero era honesto, y después de todo, alguien tenía que hacerlo.
A diferencia de los demás, Ximena no se limitaba solo a limpiar. Observaba. Los detalles no escapaban de su aguda mirada, desde los documentos esparcidos en los escritorios hasta los gestos nerviosos de algunos empleados. Pero sabía que no le correspondía preguntar ni comentar. Ella no era más que la limpiadora, invisible para todos los que la rodeaban.
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