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Se denomina doma de equinos a las técnicas que posibilitan que, en un lapso de tiempo variable, un ejemplar equino —generalmente un caballo pero también se aplica a burros o mulas— pase de ser un animal indómito a permitir que un ser humano lo monte y guíe.
Todos los equinos presentan un comportamiento innato que consiste en instintivamente intentar desembarazarse de lo que tienen sobre sí. Esto ocurre porque muchos predadores intentan trepar o saltar sobre los lomos de sus presas, no sólo porque allí sus víctimas no pueden defenderse con mordidas o patadas, sino también porque desde esa posición tienen acceso al sector dorsal del cuello, lugar vulnerable de la presa pues en esa región se encuentran las vértebras cervicales, las cuales poseen foramenes transversos por donde pasan las vena y arteria vertebrales; un sólo mordisco aplicado en ese sector es suficiente para terminar con la resistencia de su víctima.
Este instinto natural es fundamentalmente el que el domador debe vencer para poder cabalgar sobre un equino. Para ello, aplica un procedimiento que repite mucho de lo ocurrido con esas mismas especies en su proceso de domesticación, pero en vez de hacerlo a nivel especie esto se ve representado a escala individual.
Históricamente, los caballos fueron domados para servir en la guerra, como tiro del arado en tareas agrícolas, como instrumento clave en el trabajo ganadero, para emplearlos en el deporte de carreras y en el transporte de personas o cargas. Hoy, la mayor parte de esas tareas son cumplidas por maquinarias; aún así se continúa domando a los caballos con las mismas técnicas, muchas de ellas centenarias y hasta milenarias
Fuente
Juan Gonzalo Angel
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