La Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda nos habla en su revelación: “Muerte de San José y Sucesos” acerca de la la muerte de San José y Sucesos ocurridos antes de su muerte y en el entierro de su venerable cuerpo. La Santísima Virgen María supo con anterioridad, con esa rara sabiduría de fuentes divinas, de que se acercaba la muerte de su castísimo esposo. Ella fue ante su divino hijo Jesús para implorarle se dignara hacerle conocer a San José el premio que con seguridad tenía merecido en el cielo. Fue escuchada su intercesión y Jesús le prometió que así sería en atención a los méritos de santidad de su padre putativo y para agrado de Él, haría con él lo que jamás generación alguna haya recibido.
Faltando 9 días para la muerte del Santo patriarca San José, Jesús y María lo acompañaban de día y de noche, sin jamás faltar alguno de ellos. Por mandado del Señor, tres veces al día descendían ángeles de cielo para tocar música y cantar loores a Dios. Además, se sintieron en esa casa olores de fragancias exquisitas que confortaban a San José y hacían la delicia de todos los que la sentían.
Faltando un día para su muerte, San José entró en un éxtasis tan sublime que le duro 24 horas, ayudando el Altísimo a mantener su vida. En él vio la esencia misma de la Divinidad, el misterio de la salvación y redención humana y de la iglesia militante, con todos los sacramentos que a ella pertenecen. La Santísima Trinidad le dio una misión particular inmediatamente después de su muerte: Sería llevado al Limbo de los Padres y allí permanecería hasta la redención, con la encomienda particular de evangelizar de nuevo su redención y cercanía del descenso de Nuestro Señor Jesucristo al limbo para liberarlos y conducirlos al cielo. La Santísima Virgen sabiéndolo todo por verlo en el alma de su hijo y en la suya dio gracias a Dios por tan grandes beneficios a su castísimo esposo.
Al despertar san José de su grandioso rapto, pidió la bendición a la Santísima Virgen, ella se la dio y pidió a su hijo bendito se la diese. Entonces ella de rodillas ante su esposo pidió su bendición como cabeza de familia, lo hizo así San José y se dirigió a ella con palabras tan encomiables y llenas de bendición por tan grandiosa criatura de Dios, deseando fuera siempre alabada como Madre Santísima de su divino Hijo.
San José se dirigió luego a Nuestro Señor y con profundo respeto, admiración y agradecimiento, quiso postrarse a sus pies para adorarlo. Pero, fallaron sus fuerzas y Nuestro Señor Jesús lo recibió en su brazos, oyendo de él magnificas alabanzas como creador y redentor suyo. Así expiró San José en sus brazos y su alma fue llevada al Limbo de los Padres o Seno de Abraham, allí vieron su alma purísima todos los justos que había creído en el verdadero Dios y se alegraron por la buenas nuevas que les transmitía, llenándose de gozo accidental en ese lugar donde residían.
La Santísima Virgen María procedió a vestir el cuerpo sin vida de su castísimo esposo, ella sola con ayuda de la multitud de ángeles que la asistían en forma humana. Para que nada faltase a de la pureza de la Reina, Dios revistió el cuerpo de San José con un destello luminoso que solo permitía observar su rostro. Entonces acudieron las gentes a ver el cuerpo radiante y fresco de San José, se admiraban de verlo tan hermoso y tratable como si fuera vivo. Con asistencia de parientes y amigos fue llevado el cuerpo de San José a la sepultura, siendo acompañado en cortejo fúnebre por multitud de ángeles y en especial por la Virgen María y el Redentor del mundo.
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