Uno de los utensilios de escritura más antiguos y más utilizados, el lápiz se originó en tiempos prehistóricos cuando se usaban rocas calcáreas y palos carbonizados para dibujar en superficies tan variadas como pieles de animales y paredes de cuevas.


Los griegos y los romanos usaban piezas planas de plomo para dibujar líneas tenues en el papiro, pero no fue hasta finales del siglo XV cuando se desarrolló el primer antepasado directo del lápiz actual.


Unos cien años después, se descubrió cerca de Borrowdale, en el noroeste de Inglaterra, grafito, un mineral común que se presenta como vetas suaves y brillantes en las rocas.


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La mina Borrowdale suministró grafito a Europa durante varios cientos de años; sin embargo, debido a que las personas no podían diferenciar entre grafito y plomo, se referían al primero como "plomo negro".


Cortado en varillas o tiras, el grafito se envolvía pesadamente en hilo para brindar resistencia y un manejo cómodo.


El producto terminado, llamado lápiz de mina, fue bastante popular.


A fines del siglo XVI, se descubrió en Alemania un método para pegar tiras de madera alrededor del grafito, y el lápiz moderno comenzó a tomar forma.


En 1779, los científicos determinaron que el material que previamente habían pensado que era plomo era en realidad una forma de carbonato microcristalino al que llamaron grafito, del griego "graphein" que significa "escribir".


El grafito es una de las tres formas naturales de carbono puro; las otras son el carbón y el diamante.


A fines del siglo XVIII, la mina de Borrowdale se agotó y, como el grafito ahora era menos abundante, hubo que mezclarlo con otros materiales para crear lápices.


Un químico francés, Nicolas Jacques Conte, descubrió que cuando se mezclaban, moldeaban y horneaban grafito en polvo, arcilla en polvo y agua, el producto final se escribía tan suavemente como el grafito puro.


Conte también descubrió que se podía producir un núcleo de escritura más duro o más blando variando la proporción de arcilla y grafito: cuanto más grafito, más negro y más blando era el lápiz.


En 1839, Lothar von Faber de Alemania desarrolló un método para convertir la pasta de grafito en varillas del mismo grosor.


Más tarde inventó una máquina para cortar y ranurar la madera de los lápices.

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