La vida de Han Sun cambió para siempre el día en que perdió a su familia. Un ataque brutal, indiscriminado y devastador llevado a cabo por superhumanos dejó su mundo sumido en el caos y el dolor. Era solo un joven cuando las llamas de la tragedia arrasaron su hogar, dejándolo con el alma rota y un vacío imposible de llenar. Desde entonces, cada día era una lucha para sobrevivir a la oscuridad que lo acechaba. Las noches solitarias, las pesadillas recurrentes, el trauma que lo mantenía prisionero en un aislamiento autoimpuesto… su vida se había convertido en una sombra de lo que alguna vez fue.

Pero todo cambió una mañana.

Han Sun despertó sintiendo una energía extraña recorriendo su cuerpo, una sensación que jamás había experimentado. Era como si una puerta invisible en su mente se hubiese abierto, permitiéndole acceder a algo más allá de su realidad. Mientras intentaba comprender qué le estaba ocurriendo, de repente, su habitación desapareció ante sus ojos, reemplazada por la imagen de un vasto y peligroso mundo que no pertenecía a la Tierra. En ese instante lo supo: había despertado un poder único. Uno que cambiaría el curso de su destino.

—“¿Qué… qué es esto?”—murmuró, asombrado por lo que veía. Al principio, no lo entendió por completo, pero poco a poco, las piezas comenzaron a encajar. Podía crear avatares. Proyecciones físicas de sí mismo que podían actuar en su lugar. Y lo mejor de todo: podía enviarlos a cazar en mundos peligrosos, mientras él permanecía a salvo en la comodidad de su hogar.

—“¡¿Qué?! ¿Puedo mandar avatares a luchar y explorar otros mundos… mientras yo estoy aquí, sin riesgo alguno?”—exclamó con una mezcla de sorpresa y emoción creciente.

La idea era tan increíble que casi no podía creerla. Mientras otros luchaban por sobrevivir a diario en un mundo gobernado por superhumanos que abusaban de su poder, él podría fortalecerse sin exponerse al peligro. Sung ya no sería la víctima que vivía en el pasado, atrapado en el dolor de su pérdida. Ahora tenía un don, una ventaja.

Con cada día que pasaba, sus avatares crecían en poder y habilidad. Las dimensiones a las que viajaban eran variadas y peligrosas, llenas de criaturas de razas desconocidas, culturas alienígenas y enemigos despiadados. Pero lo que más le sorprendía era la rapidez con la que sus avatares se adaptaban a esos entornos hostiles. No importaba si estaban cazando en una tierra gobernada por dragones, enfrentándose a guerreros míticos o desentrañando los misterios de un templo perdido en otro mundo. Los avatares volvían más fuertes, más veloces, más letales.

Han Sung, mientras tanto, observaba todo desde la seguridad de su casa, perfeccionando sus habilidades y acumulando conocimientos sobre esos mundos desconocidos. Con cada batalla ganada, con cada enemigo vencido, su poder crecía exponencialmente. El joven que una vez fue víctima, consumido por el miedo y el dolor, comenzaba a convertirse en algo más. Algo mucho más peligroso de lo que cualquiera podría imaginar.

Pero había algo que lo impulsaba más que cualquier otra cosa: la justicia. Sung no podía olvidar a aquellos superhumanos que, sin razón, habían destruido su familia. Ellos, que jugaban con sus habilidades como si fueran dioses, decidiendo quién vivía y quién moría con un simple gesto. No. Sung no iba a permitir que siguieran adelante con su abuso de poder. No mientras él pudiera hacer algo al respecto.

Ahora, con avatares que cruzaban dimensiones, que dominaban habilidades nunca antes vistas, Sung comenzó a rastrear a los superhumanos. Los observaba, analizaba sus debilidades, y cuando menos lo esperaban, enviaba a sus avatares para cazarlos. Uno por uno, los superhumanos que alguna vez se consideraron intocables comenzaron a caer.

La caza había comenzado. Y Han Sun, el joven que había perdido todo, ahora era el cazador. Un cazador implacable, movido por la venganza, pero también por la certeza de que aquellos que abusaban de su poder debían ser detenidos. No importaba cuántos mundos tuviera que cruzar, cuántos enemigos tuviera que enfrentar. Él estaba listo.

Porque ahora, el poder estaba en sus manos. Y lo iba a usar para cambiarlo todo.

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