La dermatitis atópica, la enfermedad crónica de la piel más frecuente en niños, afecta al estado emocional, psicológico y social de los mismos y de sus familias. Del 22 al 28 de abril se celebra la Semana Mundial de la Alergia y este año se dedica a la dermatitis atópica bajo el lema El picor que irrita. El picor o prurito es el síntoma más común y a la vez más molesto y puede provocar insomnio e irritabilidad que a su vez conducen a ansiedad, baja autoestima o incluso aislamiento social y bullying. Esta patología de la piel afecta al 10% de los niños en algún momento de su vida y se diagnostica en el primer año de edad en al menos el 50% de los casos, según datos de SEICAP.
Los pediatras alergólogos recuerdan la importancia de cuidar tanto la piel como la autoestima y el sueño de estos pequeños para que su calidad de vida no se vea afectada. Un estudio reciente publicado en Annals of Allergy, Asthma & Immunology confirma los efectos negativos de la dermatitis atópica en la calidad de vida de los niños y sus familias con la aparición de trastornos del comportamiento, emocionales y del sueño. Según el Grupo de Trabajo de Dermatitis Atópica y Alergia Cutánea de SEICAP, aquellos con lesiones importantes en zonas visibles suelen ser objeto de burlas, discriminación e intimidaciones, lo que les hace más infelices y aislados. Esto podría llevarles a depresión o incluso al abandono escolar.
El picor suele ser más manifiesto por la noche por lo que habría que intentar evitar la sudoración excesiva ya que causa dificultades para dormir hasta en un 60% de los casos. Como consecuencia, se pueden producir cambios de humor, irritabilidad y deterioro de la vida social del niño, tanto en la escuela como en otras actividades. También pueden aparecer problemas de autoestima ya que les influye a la hora de vestir, en el tipo de deporte que pueden realizar, en estancias con amigos, en el tipo de vacaciones o en la posibilidad de tener mascotas. Una investigación publicada este mes en Allergology International comprueba la asociación entre el eccema en los escolares y la presencia de síntomas emocionales, problemas de conducta, hiperactividad y falta de atención.
Para las familias, por su parte, también supone un hándicap. Las exigencias del tratamiento y del cuidado diarios limitan un poco la vida familiar y pueden llegar a provocar sentimientos de desesperación, culpa o ira en los padres, incluso depresión. Además, el alto coste de las cremas y tratamientos supone un impacto negativo en ellas y puede conducir al abandono. Por eso es importante transmitir información clara y simple sobre el tratamiento, que debe ser personalizado, y a ser posible por escrito.
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