Los cascos son una de las protecciones para la cabeza más antiguas. Eran considerados como uno de los elementos más importantes de la armadura. En una época en la que la gente aún no sabía cómo fundir el metal, los cascos se fabricaban de huesos de animales, piel e incluso colmillos de jabalí, como, por ejemplo, el de Odiseo.
Con el pasar del tiempo, los cascos comenzaron a realizarse con metal fundido, al mismo tiempo que los decoraban con plumas y crestas. Las crestas hechas con crines de caballo y teñidas de colores llamativos se convirtieron en una parte fundamental de los cascos tanto de los antiguos griegos como de los romanos. Nos referimos a los cascos Corintios usados por los soldados hoplitas, que a su vez constituían la falange clásica.
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