Empezamos este capítulo marcando la principal diferencia entre los humanos y el resto de los animales: el lenguaje. “El lenguaje es una flecha ardiente que llevamos clavada” dice el escritor Juarroz. Siempre estamos expuestos a la palabra del Otro, incluso cuando ya se le habla al bebé que aún no nació. Ese encuentro del cuerpo con la palabra del Otro produce un impacto, marcas que atraviesan la vida.
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