01-02-2016
Reino Unido aprueba la manipulación genética de embriones humanos
Científicos y numerosas organizaciones cristianas alertan de que se abre la puerta a los «bebés a la carta»
En 1931, el inteligente escritor inglés Aldous Huxley, hijo y nieto de importantes biólogos, escribió «Un mundo feliz». En la inquietante novela futurista, ambientada en 2540, el mundo está controlado por una dictadura benigna, en la que los embriones son modificados para ubicar a los seres humanos en diversas castas, cada una con su función preconcebida.
No ha hecho falta ir tan lejos en el calendario para orillar el umbral del mundo que anticipó el visionario Huxley. Ayer la Autoridad de Embriología y Fertilización del Reino Unido dio permiso para experimentar con embriones humanos mediante modificación genética. Las autoridades británicas desoyen así a los 150 relevantes científicos de todo el mundo que el pasado noviembre suscribieron un manifiesto en el que solicitaban la prohibición de este tipo de prácticas, «que puede llevar a una alteración irrevocable de la especia humana». La decisión ha sido contestada también por numerosas organizaciones cristianas de defensa de la vida, que temen que se abra la puerta a la creación de «bebés a la carta». El mundo se sitúa un poco más cerca de la pesadilla que soñó Huxley: una élite más rica creando en el laboratorio seres humanos más perfectos que los demás.
El año pasado, la Universidad Sun Yat-sen de Guangzhou, en China, anunció un experimento para corregir el gen responsable de la beta-talasemia, una enfermedad hematológica hereditaria. De 86 embriones manipulados, los científicos chinos aseguraron haber tenido éxito con cuatro. Pero lo del Reino Unido va más allá, porque se convierte en el primer país del mundo que formalmente da luz verde a la manipulación de los genes humanos en laboratorio.
En el primer experimento se modificarán unos 30 y se cree que llegará a 120 óvulos
Los experimentos se llevarán a cabo en breve en el Instituto Francis Crick de Londres, que había pedido la autorización el pasado septiembre. Utilizarán óvulos de donantes procedentes de manera voluntaria de clínicas de fertilidad. En el primer experimento se modificarán unos 30 y se cree que en total se llegará a 120. Serán destruidos antes de que tengan siete días y será ilegal implantar en mujeres esos óvulos manipulados genéticamente. El Instituto Crick alega que su experimento solo busca «un mayor entendimiento de los primeros pasos de la vida humana» y poder ayudar a las parejas con problemas de fertilidad.
El ADN es la estructura original de la vida, las instrucciones para construir el cuerpo humano. Kathy Niakan, una joven científica formada en Washington y California y que trabaja desde hace diez años en el proyecto, es su cabeza visible. Alega que se trata de dar una esperanza a padres que no logran tener hijos. «Necesitamos entender qué genes se necesitan para que el embrión se convierta en un bebé sano. La razón por la que esto es tan importante es porque los abortos involuntarios y la infertilidad son muy comunes y no sabemos muy bien por qué».
Su punto de vista no suscita unanimidad en la comunidad científica. David King, de la ONG londinense Human Genetics Alert, ha declarado a la BBC que «esta investigación permitirá a los científicos refinar la técnica para crear bebés genéticamente modificados y muchos asesores del Gobierno están ya decididos a permitir eso, que nos llevará a la eugenesia –técnicas para la mejora de la especie humana–».
La fundación cristiana Care concuerda: «Se abre la puerta a prácticas eugenésicas que no sabemos dónde acabarán. La igualdad de la especie humana está amenazada como nunca antes». En un reciente discurso en la Trinity Church de Wall Street (Manhattan), el obispo de Canterbury, Justin Welby, sorprendió al alertar de que el uso de robots y la manipulación genética pueden crear una nueva élite y condenar a los pobres desde la cuna.
El pasado jueves, el Papa recibió a los 45 integrantes del Comité Nacional de Bioética italiano. Ante ellos denunció esta experimentación, como parte de lo que él llama la «cultura del descarte». «Esa cultura tiene muchas expresiones, como tratar a los embriones humanos como material de descarte, al igual que a los ancianos y a las personas que se acercan a la muerte». Los defensores de las nuevas técnicas replican que se puede abrir la vía para curar muchas enfermedades a día de hoy irreversibles.
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