Todo lo bueno, lo malo, lo fácil o lo difícil que estamos viviendo, no es para siempre, es una temporada, sólo una etapa; y si tenemos la habilidad para reconocer en qué temporada vivimos, va a ser más fácil experimentar la guía de Dios. Mientras más pronto podamos reconocer cuándo una temporada ha terminado y otra ha comenzado, más pronto podremos reinventarnos y dejar atrás el pasado para adaptarnos a las nuevas circunstancias. Los tiempos cambian inevitablemente y debemos aprender a considerar cada temporada que atravesamos, como una oportunidad para crecer y acercarnos más al Señor.
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