Frente a las situaciones de oposición a la fe que hoy son abundantes nos tientan dos verbos: hundirse o huir. Se hunden los que caen en la desesperación o el cinismo. Huyen los que buscan mundos falsos en las adicciones.
Lo que Cristo es y hace: Él mismo es nuestra fuente cierta de esperanza: "Yo los aliviaré" (Mateo 11,28).
El programa de vida de Cristo está en Lucas 4: Ungido para dar la Buena Nueva a los tesis, los pobres, los excluidos.
Es preciso seguir el ejemplo de aquel leproso que fue donde Jesús, abrió su boca y pidió ser limpiado (Marcos 1).
El poder de Cristo no es como los poderes de este mundo, tan lleno de apariencias y tan variable; su poder es el de la unción del Espíritu, que destruye al poder de las tinieblas.
En realidad, el demonio es el carcelero, a base de asaltar nuestra memoria o muestra imaginación para alimentar en nosotros el apego al pecado o la sensación de víctima resentida.
¿Qué fruto trae la obra de Cristo? Nos libera de buscar compensaciones falsas, sean de placer o de venganza.
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