Cuando se encontró con aquel barro marrón, el bombero brasileño Leonard Farah imaginó la magnitud del desastre. Ese violento mar de lodo que bajaba desbocado cerca de Brumadinho ya lo había visto tres años antes en Mariana, y sabía que no perdonaba a casi nadie. Había vuelto a pasar, y parecía todavía peor.
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