20 años del doble crimen de Paquita, que estranguló a sus dos hijos hasta la muerte en Santomera: “Yo era una madre responsable”
"En prisión también se vive, tenemos peluquería", dijo en su juicio la asesina, que sigue presa: obtuvo el tercer grado en 2020, pero Instituciones Penitenciarias se lo revocó porque mintió | Sigue disfrutando de permisos: el último, en Navidad
«Aunque exteriormente tenga una apariencia física... bien, porque estoy en peluquería en prisión, porque en prisión gracias a Dios también se vive, también comemos, tenemos peluquería, nos arreglamos unas a otras… mi pena está por dentro. No es una pena para dos meses. Mi pena es eterna, es para toda la vida».
Así se expresaba Paquita González Navarro, la parricida de Santomera, en su turno de palabra en la última sesión del juicio que se siguió contra ella por asesinar a sus dos hijos pequeños, Francisco Miguel y Adrián Leroy, en su casa del citado municipio de la Huerta de Murcia.
Los dos menores fallecieron por asfixia: fueron estrangulados con el cable del cargador de un teléfono móvil. El hermano mayor, José Carlos, dormía en otra habitación mientras sucedían los hechos. Francisca mató a sus dos hijos de 4 y 6 años el 19 de enero de 2002. Del doble crimen se cumplirán el próximo miércoles dos décadas.
«No soy una persona fría, déspota, calculadora. Soy una persona muy cariñosa. En prisión, creo que soy la persona que más está dando ahí», hacía hincapié entonces a las personas que tenían como cometido emitir su veredicto.
El alegato de Paquita González fue lo último que escuchó el jurado en un proceso que concluyó con una condena: cuatro décadas entre rejas por los dos asesinatos. El primer permiso se lo dieron en 2016 y, desde entonces, pudo disfrutar de algunas salidas del penal de Campos del Río, el cual abandonaba en verano de 2020 en el coche de su abogado, tras obtener el tercer grado. «Me encuentro un poco devastada», declaraba entonces a los periodistas que aguardaban para verla.
El tercer grado le duró poco a Paquita. La condenada, al dejar la cárcel, tenía que estar localizada, y ella facilitó la dirección de un conocido, residente en la vecina provincia de Alicante. Cuando este hombre tuvo conocimiento de que Francisca había dado sus señas, pero en realidad no vivía con él, lo comunicó a Instituciones Penitenciarias y el tercer grado fue revocado. Francisca es ahora una presa más, aunque goza de permisos, algunos de los cuales han acabado en castigo: un análisis de orina detectó que había consumido estupefacientes en el tiempo que pasó fuera de prisión y dejó de disfrutar de permisos durante una temporada.
"Yo tenía todo en orden, hasta mi suegra me quería a raudales", declaró en su juicio
Francisca González Navarro es la protagonista de uno de los crímenes que, junto al de la catana y al de los holandeses, más impacto ha producido en la Región de Murcia en los últimos años. El doble asesinato fue en enero de 2002, a ella la arrestaron tras las exequias de los pequeños, fue mandada a prisión provisional y el juicio tuvo lugar en octubre de 2003.
Una vista durante la cual Paquita culpó a su esposo, José, («él continuamente me amenazó con que me iba a matar») y a la droga («me cobijé en la cocaína y empecé a tomarla a las cinco de la tarde»), insistió en que esa noche hubo un intruso en su casa («yo no sé si fue efecto de la coca, pero yo vi ahí a un ecuatoriano con guantes de látex, como llevan los médicos») y remarcó que no recordaba haber dado muerte a sus hijos («intenté reanimarles, les hice la respiración boca a boca»).
Paquita llegó a pedir en la vista oral que no la dejasen libre, ya que "no podría estar en la calle, no estoy bien"
En su primera declaración ante el tribunal que iba a decidir su destino, Francisca arremetió contra su marido, José, y aseguró que «me tenía amenazada, humillada, no me ha matado porque he llevado un ángel siempre detrás; denuncias, ninguna, por temor a él. Por miedo, por lo que él me pudiera hacer o lo que hiciera a mis hijos».
«Mi marido es de muy buen espíritu, de buen corazón, pero conmigo no era así», apostilló la mujer, defendida por Cándido Herrero, en un Palacio de Justicia donde se agolpaban los medios de comunicación. «Él venía de una relación mala, era proxeneta», prosiguió sobre José, «se enamoró de mí, según él; yo me enamoré de él. Pero, a los seis meses, me empezó a hacer cosas con las que yo no estaba de acuerdo».
Entre esas cosas, desgranó, intercambio de parejas. «Todo tema sexual: yo no estaba conforme, pero accedí por miedo. Pero me daba asco, me repugnaba», manifestó.
Cuestionada sobre si llegó a desear la muerte de su marido, Francisca aseveró: «No soy ninguna asesina, no me considero una asesina, por supuesto que no». No obstante, admitió que llegó a barruntar que José «se hubiera pegado un golpe con el coche».
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