La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, alertó que Brasil está "a un paso de la ruptura democrática" y que un "golpe de Estado parlamentario" permitirá la asunción de un "gobierno usurpador", en un histórico discurso de defensa en el juicio político que mañana puede destituirla del cargo.
La mandataria dijo que está siendo sometida por segunda vez a una "injusticia", al recordar el tribunal militar que la condenó como presa política en la dictadura y, ahora, a la evaluación del Senado que la acusa de haber violado la ley fiscal en el presupuesto 2015.
"Lo que está en juego no es apenas mi mandato, sino el respeto a las urnas", dijo Rousseff, quien calificó el proceso político como "sin base legal encubierto de legalidad buscando reemplazar a un gobierno y un programa no votado".
Ante un plenario colmado, Rousseff jugó su última carta para evitar que se llegue al piso de 54 votos sobre 81 para expulsarla del cargo, en un plenario del Senado con la presencia del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, padrino político de la jefa del Estado, y el cantautor Chico Buarque, además de ex ministros y diputados.
La oposición tiene mayoría y es muy difícil para el Partido de los Trabajadores (PT) revertir las tendencias que se anticipan, aunque aún existen márgenes para captar votos o provocar abstenciones.
Luego de su discurso, Dilma deberá responder un interrogatorio del que participarán 40 senadores inscriptos.
En su mensaje, Rousseff se emocionó al repasar su época de activista juvenil contra la dictadura, que la mantuvo como presa política durante casi tres años y bajo sesiones de tortura para denunciar, sin nombrarlo directamente, a su vicepresidente, Michel Temer, quien se unió al candidato opositor derrotado en 2014, el senador Aecio Neves.
"Entre mis defectos no está la deslealtad y la cobardía. No traicioné ni traiciono a los que luchan a mi lado. En la lucha contra la dictadura recibí las marcas de la tortura, el sufrimiento de la presión, vi compañeros ser asesinados. Resistí y no cedí en aquella época y no será ahora que voy a abdicar de la lucha por Brasil", dijo.
Rousseff también atribuyó a una conspiración por parte de un aliado de Temer, el ex presidente de la Camara de Diputados, Eduardo Cunha, por haber frenado los proyectos de ley de 2015 y haber abierto el juicio político porque la mandataria se negó a protegerlo en los escándalos de Petrobras.
"No esperen el obsequioso silencio de los cobardes", dijo, alterando también gestos de diálogo y renovando su propuesta de anticipar elecciones para intentar ganar el voto de los indecisos.
Unas 2000 personas recibieron a Rousseff en la puerta del Senado antes de declarar.
La mandataria suspendida comparó el momento actual con los golpes de Estado sufridos por los ex presidentes Getulio Vargas y Joao Goulart y las intentonas a Juscelino Kubitschek, los que atribuyó a "las clases dominantes que no pueden acceder con sus programas de gobierno mediante el voto popular".
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