La naturaleza universal del amor
En el sentido universal, el amor es el divino poder de atrac-
ción presente en la creación que armoniza, vincula y une. Su
opuesto es la fuerza de repulsión, que es la energía cósmica
centrífuga que materializa la creación desde la conciencia cós-
mica de Dios. La repulsión mantiene todas las formas en su es-
tado manifestado por medio de maya —el poder del engaño que
divide, diferencia y desarmoniza—. La fuerza de atracción del
amor contrarresta la repulsión cósmica para armonizar toda la
creación y, en última instancia, hacerla retornar a Dios. Aque-
llos que viven en sintonía con la fuerza de atracción del amor
logran la armonía con la naturaleza y sus semejantes, y son
atraídos hacia la dichosa reunión con Dios.
En este mundo, el amor presupone dualidad, pues surge de
un mutuo intercambio o insinuación de sentimientos entre dos
o más formas. Incluso los animales expresan una cierta clase
de amor entre sí y con respecto a su descendencia. En muchas
especies, cuando uno de los integrantes de la pareja muere, es
frecuente que el otro sucumba poco después. Pero este amor de
los animales es instintivo; ellos no son responsables de su
amor. Los seres humanos, sin embargo, poseen una gran dosis
de autodeterminación consciente en su intercambio de amor
con los demás.
En el ser humano, el amor se expresa de diversas maneras:
entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, entre ami-
gos, entre amo y sirviente, entre gurú y discípulo —como en el
caso de Jesús y sus discípulos o de los grandes maestros de la
India y sus chelas—, entre el devoto y Dios, entre el alma y el
Espíritu.
El amor es una emoción universal; sus expresiones se dis-
tinguen por la naturaleza del pensamiento a través del cual se
manifiesta. Así pues, cuando el amor pasa a través del corazón
del padre, la conciencia paterna lo traduce en amor paternal;
cuando pasa a través del corazón de la madre, la conciencia ma-
terna lo traduce en amor maternal; cuando pasa a través del co-
razón de un amante, la conciencia del amante confiere a ese
amor universal otra cualidad también distinta. No es el ins-
trumento físico, sino la conciencia a través de la cual el amor
se manifiesta, lo que determina la cualidad característica del
amor expresado. Así, por ejemplo, un padre puede expresar
amor maternal, una madre puede expresar el amor que se da
entre amigos o un amante puede expresar amor divino.
Cada reflejo del amor proviene del mismo y único Amor
Cósmico, pero cuando se expresa como amor humano en sus
diversas formas, siempre hay algo que lo empaña. La madre no
sabe por qué ama a su hijo; el hijo no sabe por qué ama a la ma-
dre. Ambos ignoran de dónde proviene este mutuo amor que
sienten; sin embargo, se trata de la manifestación en ellos del
amor de Dios, que, cuando es pura y carece de egoísmo, refleja
el amor divino. Así, al investigar el amor humano, podemos
aprender algo sobre el amor divino, ya que el amor humano
contiene atisbos de ese amor de Dios.
-El amante cósmico
-Paramahansa Yogananda
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