Descubre los 3 lugares imperdibles en Río de Janeiro, Brasil, incluyendo el Pan de Azúcar. No te pierdas estos increíbles destinos en tu próximo viaje a Brasil!
El Pan de Azúcar (en portugués: Pão de Açúcar) es un peñasco situado en Río de Janeiro, Brasil, en la boca de la bahía de Guanabara sobre una península que sobresale en el océano Atlántico.
Lo más probable es que su nombre haga referencia a los panes de azúcar, forma tradicional en que se producía el azúcar hasta finales del siglo XIX y que consistía en largos conos de punta redondeada similares al morro, aunque algunos consideran que el nombre en realidad deriva de pau-nh-acuqua, que significa «colina alta» en la lengua tupi-guaraní, usada por los indígenas tamoios.
Con 220 metros de altitud, Morro da Urca es uno de los cerros que componen el Pan de Azúcar. El acceso a su cima se da por dos medios: por teleférico al Pan de Azúcar o por un sendero. Sin embargo, los montañeros pueden subir por la cara del cerro. Junto con el Pan de Azúcar, existen más de 150 rutas de escalada. Fue en el Morro da Urca que el alcalde Marcelo Crivella firmó el decreto de reconocimiento de la Trilha Transcarioca, un sendero de 180 km que atraviesa Río de Janeiro de este a oeste y tiene como punto de inicio y final el Pan de Azúcar.
El Carnaval de Brasil como aprenderemos tiene sus orígenes en dos vertientes, la primera relacionada con las tradiciones romanas que desembocaron en la Europa de la conquista. Y la segunda que es el resultado del proceso de comercio de esclavos. La historia del Carnaval está permeada con estas dos características.
Podemos decir que Brasil es un país en donde las colonias europeas dejaron rastros disímiles y forjaron una tradición compuesta de distintos momentos, costumbres, bailes típicos, dolores y alegrías en cada región. Esto ha hecho que el Carnaval se de en distintas direcciones en cada lugar.
La Escalera de Selarón o Escadaria de Santa Tereza es una escalera ubicada en el barrio Santa Teresa, junto al convento homónimo, en la ciudad brasileña de Río de Janeiro. Se hizo conocida internacionalmente por la llamativa decoración que le hizo el artista plástico chileno Jorge Selarón, trabajo que inició en 1990 y que continúa en una renovación constante.
Considerada por su autor como una obra "viva y mutante", la escalera tiene 125 metros y 215 peldaños, y está completamente revestida de piezas de cerámica de distintos colores, tamaños y formas. Algunas de ellas contienen dibujos en su interior.
Selarón nació en chile en 1947 y, luego de viajar por el mundo y conocer alrededor de cincuenta países, se afincó en Río de Janeiro para comenzar, en 1990, a dar forma a la escalera que sería conocida con su nombre.
El artista aseguró que sólo detenía su trabajo "cuando se acababan los materiales. Entonces pintaba cuadros para ganar dinero y dar continuidad a la obra". Afirmó que pintó más de 25.000 mujeres embarazadas. "Inventé una fantástica técnica inédita, consistente en cambiar constantemente los azulejos. Esto le dio una energía única, una obra de arte viva y mutante, con más de dos mil azulejos diferentes, provenientes de más de sesenta países.
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