La expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII fue un acontecimiento trascendental que marcó un punto de inflexión en la historia de América. Esta medida, promulgada por varias monarquías europeas, incluyendo a España, Portugal y Francia, tuvo como resultado el destierro forzado de esta orden religiosa de los territorios americanos en 1767. La expulsión estuvo motivada por una compleja combinación de tensiones políticas, disputas económicas, acusaciones de influencia excesiva en asuntos gubernamentales y conflictos internos en la Iglesia. Este acto no solo privó a América de la presencia de una orden influyente en la educación, la cultura y la evangelización, sino que también dejó un legado de vacío educativo y religioso que resonó durante décadas en la historia de la región.

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