Si los priístas regresaran a Los Pinos se verían obligados a instrumentar las reformas, como la Reforma Política, que hasta ahora han rechazado, auguran los oráculos del optimismo. Y ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priístas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado.
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