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Una de las interpretaciones erróneas del entrenamiento en corredores de larga distancia está relacionado con el Lactato. Contrariamente a lo que se piensa, hace ya años que se demostró la función clave que desempeña el Lactato en el metabolismo de la célula muscular. De esta manera, el Lactato, lejos de ser un metabolismo de desecho o perjudicial para el organismo, se presenta como pieza clave en la obtención de energía. Contrariamente a lo que el público general piensa, el lactato no es un metabolito necesariamente contraproducente para el rendimiento deportivo. George Brooks, et al. han demostrado hace ya más de 20 años, que el Lactato es utilizado como fuente energética durante el ejercicio.
Recientes publicaciones han corroborado la importancia del Lactato en el rendimiento deportivo. Estos estudios han demostrado la capacidad de adaptación y mejora de la eficiencia de la célula muscular para utilizar el Lactato como fuente energética con el entrenamiento. Sin embargo, estas adaptaciones vienen provocadas fundamentalmente en los entrenos intensos, en los cuales los niveles de producción de Lactato se elevan de forma exponencial. Ahora bien, nos encontramos con el problema de la intensidad, y sobre todo en la capacidad que puede tener el corredor popular para aguantar el estrés de la intensidad sin lesionarse. Una vez más, nos vemos con el dilema que introducir intensidad, pero al mismo tiempo gestionarla de forma óptima para no caer en la lesión.
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