La intervención de la Iglesia Católica en los asuntos de Estado de los países, en la política en líneas generales, sólo le ha traído terribles problemas, humillaciones, y desmedro tanto en su autoridad como de su credibilidad.
Por ejemplo, la pugna surgida por el conflicto de poder entre el Papa Bonifacio VIII y el rey de Francia Felipe IV El Hermoso, trajo como consecuencia la ruina personal del Pontífice, su muerte y el posterior traslado de la sede de la Iglesia a Francia, a la localidad de Avignon, por parte de Clemente V.
Desde luego, esa coyuntura puso al Papado en condiciones casi de esclavitud frente a la monarquía. Durante todo su pontificado, Bertrand de Got -Clemente V- elegido en 1305 estuvo al servicio del rey francés y lo favoreció en todos sus intereses, uno de ellos, la Destrucción de los Templarios. Y a sus sucesores no les fue mejor, según cuentan historiadores como Luigi Mezzadri y Edward Gibbon,
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