Durante décadas el arte de la Alemania comunista fue tachado de mera propaganda. Los curadores europeos y estadounidenses no le dedicaban más que algún gesto de desaprobación. Una exposición en Weimar demuestra que se equivocaban, presentando las múltiples facetas de la producción artística de esta utopía social fracasada. La exhibición plantea una revisión de los viejos prejuicios y clichés.
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